martes, 8 de diciembre de 2009
Caballo cartonero
Caballo cartonero
Vuelve solo el caballo
tira del carro sin apuro
no siente el látigo inclemente.
Lleva carga
más pesada que los cartones
duerme en el piso borracho.
No molesta la temperatura
nada importa el tránsito.
Extraño en el paisaje urbano
camina lento hacia la villa
no quiere despertar
la miseria que lo acorrala.
Vuelve solo el caballo
tira del carro sin apuro
no siente el látigo inclemente.
Lleva carga
más pesada que los cartones
duerme en el piso borracho.
No molesta la temperatura
nada importa el tránsito.
Extraño en el paisaje urbano
camina lento hacia la villa
no quiere despertar
la miseria que lo acorrala.
Cerrazón de olvido
Cerrazón de olvido
No es niebla del agua
ni de Londres
que los habita, pinta, aroma
allá donde no se mira
burbuja de gasa
sustancia de leña
guano y cartones.
No recrea fantasmas irreales
es otro el espanto,
ilusiona guardapolvos,
calzados, hogares dignos.
Cerrazón de olvido
humo rancio cubre el paisaje
transparenta la miseria
de la basura.
No es niebla del agua
ni de Londres
que los habita, pinta, aroma
allá donde no se mira
burbuja de gasa
sustancia de leña
guano y cartones.
No recrea fantasmas irreales
es otro el espanto,
ilusiona guardapolvos,
calzados, hogares dignos.
Cerrazón de olvido
humo rancio cubre el paisaje
transparenta la miseria
de la basura.
La bolsita
La bolsita
La niña vende inocencia
en chatarra abandonada
quiere su viaje, no sube del abismo.
Boleto único sin regreso
alucina un país de Alicia
del que no sabe.
Se mece y vuela
juega con lo que conoce
la bolsita que la lleva.
En la calle cortada
aspira, se inspira, expira
ronda su diversión
se ofrece y busca
monedas para el viaje.
La niña vende inocencia
en chatarra abandonada
quiere su viaje, no sube del abismo.
Boleto único sin regreso
alucina un país de Alicia
del que no sabe.
Se mece y vuela
juega con lo que conoce
la bolsita que la lleva.
En la calle cortada
aspira, se inspira, expira
ronda su diversión
se ofrece y busca
monedas para el viaje.
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Palabras de lata
Palabras de lata
Gastó las palabras tiernas
detrás del mostrador
en cada parroquiano.
No le quedó ninguna
las gastó en banalidades
las dijo de compromiso
vacías por la causa de su tarea.
Cuando debían ser obsequio
devolver valores
buscó en el cofre del costado
solo halló chatarra
esos vocablos sonando a latas.
¿Qué palabras diría ahora
dónde encontrar las más sentidas?
Su corazón liviano, de espuma
va en busca de ellas
por donde anda el viento.
Gastó las palabras tiernas
detrás del mostrador
en cada parroquiano.
No le quedó ninguna
las gastó en banalidades
las dijo de compromiso
vacías por la causa de su tarea.
Cuando debían ser obsequio
devolver valores
buscó en el cofre del costado
solo halló chatarra
esos vocablos sonando a latas.
¿Qué palabras diría ahora
dónde encontrar las más sentidas?
Su corazón liviano, de espuma
va en busca de ellas
por donde anda el viento.
El leñador
El leñador
Mi padre circulaba en un camioncito por un camino vecinal, cuando encontró a un hombre caminando con un mazo de leña al hombro y lo levantó para acercalo al pueblo.
En un momento dado miró hacia la caja y extrañado, vio que el leñador viajaba con el mazo de leña sobre los hombros.
El hombre se excusó diciendo:"¡No faltaba más, demasiado que me lleva a mi y va a cargar con la leña también!"
Mi padre circulaba en un camioncito por un camino vecinal, cuando encontró a un hombre caminando con un mazo de leña al hombro y lo levantó para acercalo al pueblo.
En un momento dado miró hacia la caja y extrañado, vio que el leñador viajaba con el mazo de leña sobre los hombros.
El hombre se excusó diciendo:"¡No faltaba más, demasiado que me lleva a mi y va a cargar con la leña también!"
¿...?
¿...?
Somos la gran novela, creadores y protagonistas. Lo insondable dice:”somos artífices de nuestro destino”, pero analfabetos en el arte de vivir, de llevar la vida. ¿Dónde hay escuelas para aprender?, ¿qué maestro tan sabedor de lo que sí, de lo que no?, ¿dónde está el diccionario del libre albedrío?, si a veces se me antoja que somos marionetas de ángeles caídos.
La vida es solo una libreta de viaje, cuando regresas a lo ya visto, nunca es lo mismo, las piedras cambiaron sus formas, el sol ya no alumbra las mismas aristas.
Vamos pintando las huellas, que perdure el nombre del que ha pisado. En vano, el viento que bate el almanaque con suavidad las va borrando a medida que los genes se renuevan.
A veces, quedan datos, escombros, un monolito quizás; una pizca de un rapto, una locura, vanidades. Sólo lo que quedó afuera; lo que había dentro, se desparramó en cientos de teorías. Ninguna sabe lo del después con certeza, tampoco lo de ahora cuando el amor es desquicio, la ausencia del otro es agujero, suicidio. No explican, diferencian a los locos de las artes, de los laburantes que no salen de la rueda que los machaca en el trapiche de la codicia. Asimismo, cada uno en su locura o en su miseria, tira migas a las palomas y se va con ellas cuando vuelan.
Somos la gran novela, creadores y protagonistas. Lo insondable dice:”somos artífices de nuestro destino”, pero analfabetos en el arte de vivir, de llevar la vida. ¿Dónde hay escuelas para aprender?, ¿qué maestro tan sabedor de lo que sí, de lo que no?, ¿dónde está el diccionario del libre albedrío?, si a veces se me antoja que somos marionetas de ángeles caídos.
La vida es solo una libreta de viaje, cuando regresas a lo ya visto, nunca es lo mismo, las piedras cambiaron sus formas, el sol ya no alumbra las mismas aristas.
Vamos pintando las huellas, que perdure el nombre del que ha pisado. En vano, el viento que bate el almanaque con suavidad las va borrando a medida que los genes se renuevan.
A veces, quedan datos, escombros, un monolito quizás; una pizca de un rapto, una locura, vanidades. Sólo lo que quedó afuera; lo que había dentro, se desparramó en cientos de teorías. Ninguna sabe lo del después con certeza, tampoco lo de ahora cuando el amor es desquicio, la ausencia del otro es agujero, suicidio. No explican, diferencian a los locos de las artes, de los laburantes que no salen de la rueda que los machaca en el trapiche de la codicia. Asimismo, cada uno en su locura o en su miseria, tira migas a las palomas y se va con ellas cuando vuelan.
lunes, 12 de octubre de 2009
Poesía
Noche de carabelas
“La ciudad y la noche provocadas por lentos sentimientos sugeridos en ecos de distantes territorios…”
Oscar Guiñazú Alvarez
El humo del café les nubla el tiempo
se enredan en palabras deshiladas
hasta el bostezo del barman.
Esquivan basura y baldosas rotas
saludan al cartonero
poetizan la luna.
Las manos sudadas
intentan roces distraídos.
Flota el anhelo en cada esquina
león y gacela en la misma jaula.
Noche de carabelas.
Ilusión entre lirios
robo de ciruelas
almohada desangrada en pétalos
en pliegues de sedas huérfanas.
“La ciudad y la noche provocadas por lentos sentimientos sugeridos en ecos de distantes territorios…”
Oscar Guiñazú Alvarez
El humo del café les nubla el tiempo
se enredan en palabras deshiladas
hasta el bostezo del barman.
Esquivan basura y baldosas rotas
saludan al cartonero
poetizan la luna.
Las manos sudadas
intentan roces distraídos.
Flota el anhelo en cada esquina
león y gacela en la misma jaula.
Noche de carabelas.
Ilusión entre lirios
robo de ciruelas
almohada desangrada en pétalos
en pliegues de sedas huérfanas.
SINTETICUENTO - Cuento breve
Por amor
Lo amaba tanto, con locura, que sin él era un hecho que se moriría.
Vivía solo para él. Todo el tiempo le brindaba atenciones, ya con la ropa, la higiene, la apariencia, todo era obsesión.
La loca de amor, dormía siempre abrazada a él y le acariciaba y acariciaba el cabello; hasta que éste se le quedó en la mano y el hdor del cadáver se hizo insoportable.
Lo amaba tanto, con locura, que sin él era un hecho que se moriría.
Vivía solo para él. Todo el tiempo le brindaba atenciones, ya con la ropa, la higiene, la apariencia, todo era obsesión.
La loca de amor, dormía siempre abrazada a él y le acariciaba y acariciaba el cabello; hasta que éste se le quedó en la mano y el hdor del cadáver se hizo insoportable.
Me gustaría ser
Me gustaría ser… una cartera de mujer
Me gustaría ser una cartera de mujer.
Porque guarda los secretos y misterios de su dueña en cada objeto.
Para saber detrás del rimel que hay en sus ojos cuando brillan ante quien la deslumbra, cuando se enternece con sus hijos o cuando los moja en soledad.
Para saber que colores darán sus besos cuando sale dispuesta a los encuentros.
Para saber cuando oculta su mirada para espiar de reojo a quien le interesa.
Para saber a que huele cuando va a la conquista o simplemente a lo cotidiano.
Para saber si el valor de sus adornos dicen de su humildad o arrogancia; y porque no, cuando llega el momento en que se los quita.
Para saber cuando el amor es fecundo y las ilusiones se hacen música en la creación de la sangre de nuestra sangre.
Para saber tantas cosas que los hombres no sabemos pero, recapacito y aunque me gustaría ser una de esas carteras, dejaría de lado la oportunidad de serlo tan solo para conservar el misterio que cada mujer encierra en su insondable cartera.
Me gustaría ser una cartera de mujer.
Porque guarda los secretos y misterios de su dueña en cada objeto.
Para saber detrás del rimel que hay en sus ojos cuando brillan ante quien la deslumbra, cuando se enternece con sus hijos o cuando los moja en soledad.
Para saber que colores darán sus besos cuando sale dispuesta a los encuentros.
Para saber cuando oculta su mirada para espiar de reojo a quien le interesa.
Para saber a que huele cuando va a la conquista o simplemente a lo cotidiano.
Para saber si el valor de sus adornos dicen de su humildad o arrogancia; y porque no, cuando llega el momento en que se los quita.
Para saber cuando el amor es fecundo y las ilusiones se hacen música en la creación de la sangre de nuestra sangre.
Para saber tantas cosas que los hombres no sabemos pero, recapacito y aunque me gustaría ser una de esas carteras, dejaría de lado la oportunidad de serlo tan solo para conservar el misterio que cada mujer encierra en su insondable cartera.
miércoles, 9 de septiembre de 2009
Sinteticuento - Cuento breve
La ofrenda
El monje depositó la ofrenda de alimentos delante de la estatua de su dios y se agachó para reverenciarlo.
Cuando estaba en eso, pasó un mono y se llevó el alimento.
El monje volvió a erguirse y al ver que la comida ya no estaba, rezó el doble agradeciendo al dios por haberle aceptado su ofrenda.
El monje depositó la ofrenda de alimentos delante de la estatua de su dios y se agachó para reverenciarlo.
Cuando estaba en eso, pasó un mono y se llevó el alimento.
El monje volvió a erguirse y al ver que la comida ya no estaba, rezó el doble agradeciendo al dios por haberle aceptado su ofrenda.
Narrativa
La escapada
¡Qué hermoso que está el río! Buena pesca, unos ricos mates y con la Rosita. ¡Ha, la Rosita! Quién lo diría que se iba a animar a meterle los cuernos al milico. Seis meses me costó perseguirla hasta que la convencí, para que se escapara a pescar conmigo. Si la vieran los giles de la barra así, tomando sol en la proa, ahora no dirían que está gorda.
¡Aps!, parece que picó uno grande. ¡Cómo tira el desgraciado! ¡Uy, la puta me resbalé y encima me caigo al agua enredado! Espero que no sea muy profundo así toco fondo y me impulso para poder salir. ¡Ahí está! ¡Con fuerza, rápido que se me acaba el aire! ¡Ay! ¡La puta madre, me rompí la cabeza contra el fondo de la lancha! Voy a alejarme para no chocármelo otra vez. Espero que la correntada no me lleve muy lejos porque está muy fuerte. ¡Uf, por fin salí! ¿Pero, qué pasa? ¿Porqué llora la Rosita? ¿Qué hace esa gente en la lancha? ¿Y yo, qué hago ahí, si estoy acá? ¡Nooo…! ¡Qué boludo, cómo me vine a morir así! ¡Justo ahora que tenía un montón de cosas para hacer! ¡Pero lo peor, va a ser el kilombo que se le va armar a la Rosita cuando el marido se entere!
¡Qué hermoso que está el río! Buena pesca, unos ricos mates y con la Rosita. ¡Ha, la Rosita! Quién lo diría que se iba a animar a meterle los cuernos al milico. Seis meses me costó perseguirla hasta que la convencí, para que se escapara a pescar conmigo. Si la vieran los giles de la barra así, tomando sol en la proa, ahora no dirían que está gorda.
¡Aps!, parece que picó uno grande. ¡Cómo tira el desgraciado! ¡Uy, la puta me resbalé y encima me caigo al agua enredado! Espero que no sea muy profundo así toco fondo y me impulso para poder salir. ¡Ahí está! ¡Con fuerza, rápido que se me acaba el aire! ¡Ay! ¡La puta madre, me rompí la cabeza contra el fondo de la lancha! Voy a alejarme para no chocármelo otra vez. Espero que la correntada no me lleve muy lejos porque está muy fuerte. ¡Uf, por fin salí! ¿Pero, qué pasa? ¿Porqué llora la Rosita? ¿Qué hace esa gente en la lancha? ¿Y yo, qué hago ahí, si estoy acá? ¡Nooo…! ¡Qué boludo, cómo me vine a morir así! ¡Justo ahora que tenía un montón de cosas para hacer! ¡Pero lo peor, va a ser el kilombo que se le va armar a la Rosita cuando el marido se entere!
Poesía
Beso añorado
Dibuja corazones
el sahumerio en el aire
y el beso que añora.
Sobre la ciudad la niebla
pierde el rumbo a los suicidas.
Las ventanas miran retratos en sepia.
Para las agujas en la esquina
un Carlitos que reparte soles.
Gotean las flores el frío de la mañana
el calor del ojal
ilumina su nombre.
Dibuja corazones
el sahumerio en el aire
y el beso que añora.
Sobre la ciudad la niebla
pierde el rumbo a los suicidas.
Las ventanas miran retratos en sepia.
Para las agujas en la esquina
un Carlitos que reparte soles.
Gotean las flores el frío de la mañana
el calor del ojal
ilumina su nombre.
lunes, 3 de agosto de 2009
Búsqueda - Cuento breve
Búsqueda
Caminó una cuadra, dos, tres; se paró en cada esquina y miró hacia todos lados.
Volvió a su casa afligido pero al abrir la puerta, se dio cuenta de que había buscado sin sentido.
El mismo, todavía no había salido de su casa.
Caminó una cuadra, dos, tres; se paró en cada esquina y miró hacia todos lados.
Volvió a su casa afligido pero al abrir la puerta, se dio cuenta de que había buscado sin sentido.
El mismo, todavía no había salido de su casa.
Desde la oscuridad llegó la revelación
Desde la oscuridad llegó la revelación.
Quise adquirir lo mismo que había visto en un documental, la sabiduría de los chamanes.
Averigüé dónde podía encontrar a alguien así y allá me dirigí. Tuve que viajar hasta un pequeño poblado donde vivía uno de buena fama y le expliqué cuál era mi intensión, que me enseñara cómo se lograba ese prodigio.
En un principio se negó pero debido a mi insistencia y el ofrecimiento de unos pesos, aceptó.
Nos encaminamos hacia un monte que estaba alejado de la población. Mientras lo hacíamos, le escuché que murmuraba una especie de mantra y en ocasiones, se detenía para hacer un gesto a un lado y otro con una especie de báculo que me pareció eran bendiciones.
Nos internamos en el monte y caminamos en silencio hasta llegar a un claro. Era un lugar donde comprendí que realizaba sus ceremonias porque había un círculo de piedras y en el centro vestigios de fogatas.
Antes de entrar en él, se volvió hacia mi, sacó de un bolso un collar de cuentas y me lo colgó, lo mismo hizo con otro en su cuello. Luego se calzó una vincha con adornos de hueso y espejitos. Me pidió que inclinara la cabeza y para purificarme, según dijo, me echó un poco de aguardiente en la nuca.
Entramos en el círculo. Encendió una fogata y me dio para que bebiera un chifle de guampa. Lo sorbí con cautela; tenía un gusto entre ácido y amargo. Me hizo toser en los primeros tragos.
Sentados frente al fuego, comenzó a entonar cánticos en un lenguaje que no entendí mientras hacía ritmo con un sonajero de calabaza decorado con cuentas de colores. Me pidió que cantara con él.
De vez en cuando, tomaba un trago mientras perdía la vista en el fuego, me hamacaba y cantaba.
Al rato, comencé a entrar en un sopor; luego, vi que el fuego comenzó a tomar formas extrañas y colores que jamás había imaginado. Escuchaba sonidos extraños y voces ininteligibles hasta que todo se hizo oscuro, vacío, un espacio donde era la nada, insustancial. De pronto, desde la oscuridad en una explosión de luz de colores cambiantes, me llegó la revelación, clara y simple.
Ahora que sé cuál es, puedo decirles en qué consiste; consiste en hacer el viaje personal de su búsqueda permanentemente, un viaje íntimo, intransferible, sin final, desde la simpleza de la vida.
Quise adquirir lo mismo que había visto en un documental, la sabiduría de los chamanes.
Averigüé dónde podía encontrar a alguien así y allá me dirigí. Tuve que viajar hasta un pequeño poblado donde vivía uno de buena fama y le expliqué cuál era mi intensión, que me enseñara cómo se lograba ese prodigio.
En un principio se negó pero debido a mi insistencia y el ofrecimiento de unos pesos, aceptó.
Nos encaminamos hacia un monte que estaba alejado de la población. Mientras lo hacíamos, le escuché que murmuraba una especie de mantra y en ocasiones, se detenía para hacer un gesto a un lado y otro con una especie de báculo que me pareció eran bendiciones.
Nos internamos en el monte y caminamos en silencio hasta llegar a un claro. Era un lugar donde comprendí que realizaba sus ceremonias porque había un círculo de piedras y en el centro vestigios de fogatas.
Antes de entrar en él, se volvió hacia mi, sacó de un bolso un collar de cuentas y me lo colgó, lo mismo hizo con otro en su cuello. Luego se calzó una vincha con adornos de hueso y espejitos. Me pidió que inclinara la cabeza y para purificarme, según dijo, me echó un poco de aguardiente en la nuca.
Entramos en el círculo. Encendió una fogata y me dio para que bebiera un chifle de guampa. Lo sorbí con cautela; tenía un gusto entre ácido y amargo. Me hizo toser en los primeros tragos.
Sentados frente al fuego, comenzó a entonar cánticos en un lenguaje que no entendí mientras hacía ritmo con un sonajero de calabaza decorado con cuentas de colores. Me pidió que cantara con él.
De vez en cuando, tomaba un trago mientras perdía la vista en el fuego, me hamacaba y cantaba.
Al rato, comencé a entrar en un sopor; luego, vi que el fuego comenzó a tomar formas extrañas y colores que jamás había imaginado. Escuchaba sonidos extraños y voces ininteligibles hasta que todo se hizo oscuro, vacío, un espacio donde era la nada, insustancial. De pronto, desde la oscuridad en una explosión de luz de colores cambiantes, me llegó la revelación, clara y simple.
Ahora que sé cuál es, puedo decirles en qué consiste; consiste en hacer el viaje personal de su búsqueda permanentemente, un viaje íntimo, intransferible, sin final, desde la simpleza de la vida.
Plegaria verde
Plegaria verde
Repitieron las paredes el llamado
contestó la ausencia
con voz de incógnitas.
En el banco de una iglesia
pintó una plegaria verde
bendijo con agua de mar
al corazón que tañó al ausente.
Encendió una vela
al pie de la milagrosa
buscó despejar la bruma
poner un faro al navegante
hacia el puerto de ansiedades.
Repitieron las paredes el llamado
contestó la ausencia
con voz de incógnitas.
En el banco de una iglesia
pintó una plegaria verde
bendijo con agua de mar
al corazón que tañó al ausente.
Encendió una vela
al pie de la milagrosa
buscó despejar la bruma
poner un faro al navegante
hacia el puerto de ansiedades.
domingo, 5 de julio de 2009
Día del Escritor
DIA DEL ESCRITOR
La noche del 13 de junio había llegado con todos sus fríos. Estaban mezquinas las luces del sábado y los peatones de las calles de la ciudad histórica.
Pero la nueva Comisión Directiva de SADE había convocado a la cita, y los letrófilos de a uno o dos fuimos llegando a sabiendas los muchos, escépticos los mínimos de la calidad de los invitados al escenario.
La antesala se cargó de saludos, noticias propias e hilachas caídas en la espera del comienzo, hasta más allá de la tolerancia como debe ser a nuestra mala costumbre. En la mesa de los vinos preparada para el brindis del final, un enjuto extraño de barba blanca y gorra negra con dibujos rojos, ignorado por los presentes apuraba un vino tinto. El poeta invitado a dar el recital, pedía con la mirada a los organizadores que lo rescaten de las alabanzas y besuqueos de señoras mayores.
Ubicados en el salón, luego de la consabida puesta a punto de los micrófonos, como todo acto que se precie, y alguna música de celular inoportuna, hubo bienvenida a la celebración del Día del Escritor y agradecimientos de la presidenta de la SADE Filial del Río Uruguay, Susy Quinteros. A continuación, el vicepresidente Julio Vega celebró este día recordando a Leopoldo Lugones y su legado. Luego, los integrantes de la nueva comisión, tuvieron la gentileza de obsequiarle al presidente anterior Luis A. Salvarezza, un presente en reconocimiento a la labor desarrollada durante su gestión.
Finalizada la parte protocolar, se apagaron las luces del salón del teatro 1º de Mayo. Una pantalla suspendida en el frente comenzó a mostrar una sucesión de imágenes de películas clásicas y afiches desde la época del cine mudo; una música de fondo las acompañaba, no había texto alguno, solo recordarlas hacían vacías las palabras, se estaba convocando a la sensibilidad. Recordando, amando, lagrimeando aquellas “Historias en 16” en las que Marcos Silber nos introduciría a través de sus “Thrillers” poéticos.
Volvieron a encenderse algunas luces, las suficientes para el clima del momento. El poeta subió al escenario, acercó un taburete casi al borde y con los textos en una mano y el micrófono en la otra sin más trámite en el silencio, su voz grave comenzó con un Corto de introducción: “La luz se apaga. Se inicia el ritual, la vida se muda a otra dimensión. El milagro se ilumina. Aparece la imagen. Se encienden los motores de la emoción.”
El extraño de barba blanca y gorra sube al escenario, desde el fondo regresa con un saxo colgado de su cuello. Marcos habla de la niebla del Brooklyn en la noche y Sergio Paolucci, el del saxo, nos abraza y mete dentro de ella con su música. Y se suceden las imágenes decidas en cadencias. Nos pasea por el Bronx, la 17, el Flamingo, el Queens, y vemos los cabellos de fuego de Dorothy Sánchez; paseamos en el Lincoln 250hp dos carburadores de Rand -Peste- Moretti y le damos la mano a Chester Cornwell y a otros más, mientras Bernie Logan se mete en el espíritu de Sergio y ya nadie lo maldice en la noche, se lo admira mientras levanta su saxo y toca con voz humana.
Se suceden las grandes historias, aquellas de todos los días, las de la miseria, amores, desesperaciones, de los mundos marginados. Marcos nos vivencia estos “Thrillers” como “obertura de la película que sigue, la que vendrá, la que aún nos debe la vida…”
Suceden hasta que se apagan las luces del salón, pero tienen algo de mi propia película y quedan imágenes colgadas en la emoción.
Resuenan mis pasos en los zaguanes, la brisa fría de la noche trae sonidos de bronce y surge la pregunta: ¿doblarán por mí, las campanas?
La noche del 13 de junio había llegado con todos sus fríos. Estaban mezquinas las luces del sábado y los peatones de las calles de la ciudad histórica.
Pero la nueva Comisión Directiva de SADE había convocado a la cita, y los letrófilos de a uno o dos fuimos llegando a sabiendas los muchos, escépticos los mínimos de la calidad de los invitados al escenario.
La antesala se cargó de saludos, noticias propias e hilachas caídas en la espera del comienzo, hasta más allá de la tolerancia como debe ser a nuestra mala costumbre. En la mesa de los vinos preparada para el brindis del final, un enjuto extraño de barba blanca y gorra negra con dibujos rojos, ignorado por los presentes apuraba un vino tinto. El poeta invitado a dar el recital, pedía con la mirada a los organizadores que lo rescaten de las alabanzas y besuqueos de señoras mayores.
Ubicados en el salón, luego de la consabida puesta a punto de los micrófonos, como todo acto que se precie, y alguna música de celular inoportuna, hubo bienvenida a la celebración del Día del Escritor y agradecimientos de la presidenta de la SADE Filial del Río Uruguay, Susy Quinteros. A continuación, el vicepresidente Julio Vega celebró este día recordando a Leopoldo Lugones y su legado. Luego, los integrantes de la nueva comisión, tuvieron la gentileza de obsequiarle al presidente anterior Luis A. Salvarezza, un presente en reconocimiento a la labor desarrollada durante su gestión.
Finalizada la parte protocolar, se apagaron las luces del salón del teatro 1º de Mayo. Una pantalla suspendida en el frente comenzó a mostrar una sucesión de imágenes de películas clásicas y afiches desde la época del cine mudo; una música de fondo las acompañaba, no había texto alguno, solo recordarlas hacían vacías las palabras, se estaba convocando a la sensibilidad. Recordando, amando, lagrimeando aquellas “Historias en 16” en las que Marcos Silber nos introduciría a través de sus “Thrillers” poéticos.
Volvieron a encenderse algunas luces, las suficientes para el clima del momento. El poeta subió al escenario, acercó un taburete casi al borde y con los textos en una mano y el micrófono en la otra sin más trámite en el silencio, su voz grave comenzó con un Corto de introducción: “La luz se apaga. Se inicia el ritual, la vida se muda a otra dimensión. El milagro se ilumina. Aparece la imagen. Se encienden los motores de la emoción.”
El extraño de barba blanca y gorra sube al escenario, desde el fondo regresa con un saxo colgado de su cuello. Marcos habla de la niebla del Brooklyn en la noche y Sergio Paolucci, el del saxo, nos abraza y mete dentro de ella con su música. Y se suceden las imágenes decidas en cadencias. Nos pasea por el Bronx, la 17, el Flamingo, el Queens, y vemos los cabellos de fuego de Dorothy Sánchez; paseamos en el Lincoln 250hp dos carburadores de Rand -Peste- Moretti y le damos la mano a Chester Cornwell y a otros más, mientras Bernie Logan se mete en el espíritu de Sergio y ya nadie lo maldice en la noche, se lo admira mientras levanta su saxo y toca con voz humana.
Se suceden las grandes historias, aquellas de todos los días, las de la miseria, amores, desesperaciones, de los mundos marginados. Marcos nos vivencia estos “Thrillers” como “obertura de la película que sigue, la que vendrá, la que aún nos debe la vida…”
Suceden hasta que se apagan las luces del salón, pero tienen algo de mi propia película y quedan imágenes colgadas en la emoción.
Resuenan mis pasos en los zaguanes, la brisa fría de la noche trae sonidos de bronce y surge la pregunta: ¿doblarán por mí, las campanas?
domingo, 7 de junio de 2009
Regreso
Regreso
Se acuestan las sombras
esperan el fuego, unas velas
el piso, un vestido de raso.
Regresa vestida de sol
la extrañadora
la sonrisa más blanca
más caliente el lado izquierdo
obsequios para el que espera.
Trae renovaciones
soledades maduradas en ansias
carne de ciruela y menta
para el plato de la fiesta.
Se acuestan las sombras
esperan el fuego, unas velas
el piso, un vestido de raso.
Regresa vestida de sol
la extrañadora
la sonrisa más blanca
más caliente el lado izquierdo
obsequios para el que espera.
Trae renovaciones
soledades maduradas en ansias
carne de ciruela y menta
para el plato de la fiesta.
SINTETICUENTO - Cuento breve
El navegante
Aquel hombre, salió en su bote a navegar en solitario hacia alta mar. Quería sentir lo que era el infinito.
Divisó una isla a lo lejos y remó y remó hasta que bajó en ella. Era el Paraíso que había soñado y allí, se quedó para siempre.
Días después, la prefectura solo encontró el bote a la deriva y nunca se supo de su existencia, ni de esa isla.
Aquel hombre, salió en su bote a navegar en solitario hacia alta mar. Quería sentir lo que era el infinito.
Divisó una isla a lo lejos y remó y remó hasta que bajó en ella. Era el Paraíso que había soñado y allí, se quedó para siempre.
Días después, la prefectura solo encontró el bote a la deriva y nunca se supo de su existencia, ni de esa isla.
Resignación
Resignación
Llevó los deseos
a madurar entre avenales
recorrió los misterios
los posibles y los no
intuyó el crepúsculo
se le escurrió el sol
el de la tarde
y el que tenía.
Llevó los deseos
a madurar entre avenales
recorrió los misterios
los posibles y los no
intuyó el crepúsculo
se le escurrió el sol
el de la tarde
y el que tenía.
viernes, 8 de mayo de 2009
Miré por el ojo de la cerradura
Miré por el ojo de la cerradura
Miré por el ojo de la cerradura y la sombra sobre la pared dibujó un brazo en alto con un enorme cuchillo.
Escuché que imploraban que no lo haga.
Tomé valor y entré con intensión de socorrer y me sorprendí. Estaba cortando el cable de Internet de la habitación de su hijo.
Miré por el ojo de la cerradura y vi a mi abuelo muerto hace años. Me asusté.
Volví a hacerlo y vi a mi madre también muerta.
Abrí la puerta y entré.
Desde allí volví a mirar por ella y vi a toda mi familia, pero yo también estaba.
Miré por el ojo de la cerradura y vi montañas. Luego volví a hacerlo y vi el mar.
Después, todo oscuro. Hubo un destello.
Insistí en mirar y me vi en el cielo.
Miré por el ojo de la cerradura y la sombra sobre la pared dibujó un brazo en alto con un enorme cuchillo.
Escuché que imploraban que no lo haga.
Tomé valor y entré con intensión de socorrer y me sorprendí. Estaba cortando el cable de Internet de la habitación de su hijo.
Miré por el ojo de la cerradura y vi a mi abuelo muerto hace años. Me asusté.
Volví a hacerlo y vi a mi madre también muerta.
Abrí la puerta y entré.
Desde allí volví a mirar por ella y vi a toda mi familia, pero yo también estaba.
Miré por el ojo de la cerradura y vi montañas. Luego volví a hacerlo y vi el mar.
Después, todo oscuro. Hubo un destello.
Insistí en mirar y me vi en el cielo.
Sábanas blancas - Cuento breve
Sábanas blancas
Nunca me imaginé que algún día iba a dormir entre sábanas blancas, bañadito y conolor a limpio -dijo "El Rata" Venegas.
Ahora sí que nunca más tendré las moscas ni el humo del basural. Sisupiera "La Juancha" lo que es esto...
Sólo espero que no me agarre la inundación aquí a dos metros bajo tierra.
Nunca me imaginé que algún día iba a dormir entre sábanas blancas, bañadito y conolor a limpio -dijo "El Rata" Venegas.
Ahora sí que nunca más tendré las moscas ni el humo del basural. Sisupiera "La Juancha" lo que es esto...
Sólo espero que no me agarre la inundación aquí a dos metros bajo tierra.
Dos horas
“Reloj…, detén el tiempo en tus manos / has de esta noche perpetua / para que nunca se vaya de mi / para que nunca amanezca.”
Roberto Cantoral
Dos horas
Todo su cuerpo vibró
y los sentidos la enajenaron.
Su piel fue de seda al tacto de las caricias
de aquellos dedos de casi plumas al recorrerla.
Allí tuvo al cosmos en sus manos,
se transportó, navegó por él.
Vivió en el paraíso aquellas dos horas.
Cuando salió de la habitación del hotel
y cerró la puerta,
fue como despertar de un sueño,
con la desesperanza de todo aquel
que pierde algo valioso.
Sintió que todo,
volvía a ser igual que siempre.
Roberto Cantoral
Dos horas
Todo su cuerpo vibró
y los sentidos la enajenaron.
Su piel fue de seda al tacto de las caricias
de aquellos dedos de casi plumas al recorrerla.
Allí tuvo al cosmos en sus manos,
se transportó, navegó por él.
Vivió en el paraíso aquellas dos horas.
Cuando salió de la habitación del hotel
y cerró la puerta,
fue como despertar de un sueño,
con la desesperanza de todo aquel
que pierde algo valioso.
Sintió que todo,
volvía a ser igual que siempre.
viernes, 10 de abril de 2009
¿Dónde la miseria?
¿Dónde la miseria?
Los vi aprender a la sombra de un árbol
junto a los pájaros, a la libertad.
No se desbordan,
solo accionan la necesidad al ritmo que les rodea.
Quiero ese aula transgresora, pura, franca.
Quizás la miseria a los ojos desde acá,
esta en la cabeza de nuestro patio.
Los vi aprender a la sombra de un árbol
junto a los pájaros, a la libertad.
No se desbordan,
solo accionan la necesidad al ritmo que les rodea.
Quiero ese aula transgresora, pura, franca.
Quizás la miseria a los ojos desde acá,
esta en la cabeza de nuestro patio.
Adiós
Adiós
Ella se dio un consuelo
igual que un caramelo
que se da al llanto de un niño.
En ese adiós claudicado
expiró en un piar:
gracias por haberme contenido
y los besos de gato que llevo.
El colgó el tubo en silencio
tañeron sus vértebras
en la capilla ardiente
del sueño muerto.
Ella se dio un consuelo
igual que un caramelo
que se da al llanto de un niño.
En ese adiós claudicado
expiró en un piar:
gracias por haberme contenido
y los besos de gato que llevo.
El colgó el tubo en silencio
tañeron sus vértebras
en la capilla ardiente
del sueño muerto.
SINTETICUENTO - Cuento breve
EN LA PLAZA
En un banco de la plaza, él la besó con ternura y una lágrima le bajó queda por la mejilla.
Ella suspiró hondo y alzó los ojos que en una nube quedaron.
Junto con los cánticos que más allá se elevaban al cielo pidiendo justicia, rogaba que su alma no se le fuera por la herida.
En un banco de la plaza, él la besó con ternura y una lágrima le bajó queda por la mejilla.
Ella suspiró hondo y alzó los ojos que en una nube quedaron.
Junto con los cánticos que más allá se elevaban al cielo pidiendo justicia, rogaba que su alma no se le fuera por la herida.
SOY UN SOFA
Soy un sofá
Me parece mentira haber llegado al estado que tengo en este momento pero, muchas cosas me reconfortan.
Recuerdo que un carpintero cantaba y silbaba mientras hacía mi esqueleto. Me mimaba en cada pasada del cepillo, la lija era una caricia que luego devolvía con la suavidad de mi textura.
Y al tapicero. Me emociono cuando pienso que se acostaba pensando con que trama, color o dibujo me vestiría. Sentí que era un diplomático con su sastre privado confeccionándole el mejor traje.
También recuerdo con que alegría me trajeron a la casa y buscaron el lugar más apropiado de la sala luego de varios cambios de opinión.
¡Y cómo no voy a recordar, cuando aún estaban sin los niños y en mi regazo hacían esas locuras que me cambiaban el color hasta ponerme rojo!
Pero como lo bueno dura poco, comenzaron las penurias.
Al principio soporté las manchas, pisotones y cortes hechos por la ternura de Tomasito y luego sin tregua, todo lo de dos hermanitos más.
Mi estructura que ya no tenía la fortaleza del principio, empezó a flaquear y la imagen, quedó hecha una porquería.
Pero lo peor, lo que no soporté, fue cuando trajeron a Sultán.
Cuando era cachorro, me mordisqueó todas las patas y luego al crecer como un caballo además de llenarme de pelos y babearme todo, hasta me meó cuando se quedaba solo en la casa.
Ahora estoy tranquilo aquí en el desván aunque, esperando que esta enfermedad que carcome mi armazón, me de la paz eterna.
Y me resigno, ya cumplí con mi tarea y brindo por eso.
A pesar de todo, los quiero. Sé que siempre estaré con ellos aunque no se den cuenta, en los retratos de la familia.
Me parece mentira haber llegado al estado que tengo en este momento pero, muchas cosas me reconfortan.
Recuerdo que un carpintero cantaba y silbaba mientras hacía mi esqueleto. Me mimaba en cada pasada del cepillo, la lija era una caricia que luego devolvía con la suavidad de mi textura.
Y al tapicero. Me emociono cuando pienso que se acostaba pensando con que trama, color o dibujo me vestiría. Sentí que era un diplomático con su sastre privado confeccionándole el mejor traje.
También recuerdo con que alegría me trajeron a la casa y buscaron el lugar más apropiado de la sala luego de varios cambios de opinión.
¡Y cómo no voy a recordar, cuando aún estaban sin los niños y en mi regazo hacían esas locuras que me cambiaban el color hasta ponerme rojo!
Pero como lo bueno dura poco, comenzaron las penurias.
Al principio soporté las manchas, pisotones y cortes hechos por la ternura de Tomasito y luego sin tregua, todo lo de dos hermanitos más.
Mi estructura que ya no tenía la fortaleza del principio, empezó a flaquear y la imagen, quedó hecha una porquería.
Pero lo peor, lo que no soporté, fue cuando trajeron a Sultán.
Cuando era cachorro, me mordisqueó todas las patas y luego al crecer como un caballo además de llenarme de pelos y babearme todo, hasta me meó cuando se quedaba solo en la casa.
Ahora estoy tranquilo aquí en el desván aunque, esperando que esta enfermedad que carcome mi armazón, me de la paz eterna.
Y me resigno, ya cumplí con mi tarea y brindo por eso.
A pesar de todo, los quiero. Sé que siempre estaré con ellos aunque no se den cuenta, en los retratos de la familia.
viernes, 6 de marzo de 2009
SINTETICUENTO - Cuento breve
LA AMANTE
Ella amaba a su esposo y nada le decía sobre que no toleraba que él tuviera una amante.
Pero quiso que se quedara con la amante sin que de su lado se fuera.
Así se lo dijo un día, cuando se la sirvió con papas y arvejas.
Ella amaba a su esposo y nada le decía sobre que no toleraba que él tuviera una amante.
Pero quiso que se quedara con la amante sin que de su lado se fuera.
Así se lo dijo un día, cuando se la sirvió con papas y arvejas.
NARRATIVA
Ese lugar de arena encaprichada
Cerca de la ciudad de Mateo existe un lugar que no es propio del entorno. Son unos médanos cuyo color no es igual al de la arena de la playa que está a 500 metros.
Esta playa es de color amarillo suave en tanto, la de ellos es de color rojizo. Estos médanos están en una altura de la geografía y entre éstos y el río, el terreno es bajo e inundable donde se siembra arroz. Luego está el albardón de vegetación abundante con árboles inclusive.
Este arenal, puede vérselo a simple vista desde la ciudad situada a pocos kilómetros hacia el sur. Son unos cúmulos agrupados con la característica de que forman unas ollas profundas con sedimentos de piedras silíceas y cerámica aborigen. La vegetación es escasa y raquítica; sólo hay un pequeño grupo de arbolitos en su lado norte donde toman sombra algunos vacunos. En la parte baja hacia el este, lo bordea un sangradera que desemboca en el río y en el lado oeste, hay campo con monte de eucaliptos.
El día que Mateo lo vio desde el séptimo piso de un edificio, se apoderó de él la inquietud de llegar hasta ellos e hizo todo lo posible para que así sea. Era una atracción muy grande puesto que quería saber, palpar como eran, qué había allí.
Llegó hasta el arenal emocionado y con mucha curiosidad.
Comenzó a caminar por su cima y al observar el entorno, lo cautivó el esplendor del paisaje que se extendía hacia el río y la ciudad.
Luego bajó al interior de una de las ollas y en el fondo, encontró pedacitos de vasijas y de puntas de flechas de sílice. Después de haber recogido algunas piezas, decidió salir para recorrer otra y al comenzar a trepar por la pared, las piernas se enterraron en la arena de manera tal que cuanto más quería subir, más se enterraba.
El pánico comenzó a subir de tono hasta la transpiración.
Sólo veía el cielo hacia arriba en el silencio de la tarde y escuchaba el siseo del viento. Estaba solo allí encerrado y sin alguien que pudiera escuchar sus pedidos de auxilio.
Las sombras comenzaron a estirarse y la arena se encaprichaba en hundirlo cada vez más.
Cuando la desolación y la angustia ya le estrangularon la garganta y solo podía silbar, se asomó el tropero que vino a buscar los vacunos y con un lazo lo sacó a la rastra como una marioneta patética de miedo.
Cerca de la ciudad de Mateo existe un lugar que no es propio del entorno. Son unos médanos cuyo color no es igual al de la arena de la playa que está a 500 metros.
Esta playa es de color amarillo suave en tanto, la de ellos es de color rojizo. Estos médanos están en una altura de la geografía y entre éstos y el río, el terreno es bajo e inundable donde se siembra arroz. Luego está el albardón de vegetación abundante con árboles inclusive.
Este arenal, puede vérselo a simple vista desde la ciudad situada a pocos kilómetros hacia el sur. Son unos cúmulos agrupados con la característica de que forman unas ollas profundas con sedimentos de piedras silíceas y cerámica aborigen. La vegetación es escasa y raquítica; sólo hay un pequeño grupo de arbolitos en su lado norte donde toman sombra algunos vacunos. En la parte baja hacia el este, lo bordea un sangradera que desemboca en el río y en el lado oeste, hay campo con monte de eucaliptos.
El día que Mateo lo vio desde el séptimo piso de un edificio, se apoderó de él la inquietud de llegar hasta ellos e hizo todo lo posible para que así sea. Era una atracción muy grande puesto que quería saber, palpar como eran, qué había allí.
Llegó hasta el arenal emocionado y con mucha curiosidad.
Comenzó a caminar por su cima y al observar el entorno, lo cautivó el esplendor del paisaje que se extendía hacia el río y la ciudad.
Luego bajó al interior de una de las ollas y en el fondo, encontró pedacitos de vasijas y de puntas de flechas de sílice. Después de haber recogido algunas piezas, decidió salir para recorrer otra y al comenzar a trepar por la pared, las piernas se enterraron en la arena de manera tal que cuanto más quería subir, más se enterraba.
El pánico comenzó a subir de tono hasta la transpiración.
Sólo veía el cielo hacia arriba en el silencio de la tarde y escuchaba el siseo del viento. Estaba solo allí encerrado y sin alguien que pudiera escuchar sus pedidos de auxilio.
Las sombras comenzaron a estirarse y la arena se encaprichaba en hundirlo cada vez más.
Cuando la desolación y la angustia ya le estrangularon la garganta y solo podía silbar, se asomó el tropero que vino a buscar los vacunos y con un lazo lo sacó a la rastra como una marioneta patética de miedo.
miércoles, 11 de febrero de 2009
Poesía
Cuerpo más cuerpo
Arrojaron los horizontes
las constelaciones
fueron pájaros
plumas violetas rojas verdes
pintaron sus vuelos
colgados de los planetas.
Mirarse hacia adentro
en uno y en otro
fue desnudarse las vértebras
encontrar la otra media luna
alquimia de lo esférico.
Un cuerpo sumó más cuerpo
y habitaron la infinitud.
Arrojaron los horizontes
las constelaciones
fueron pájaros
plumas violetas rojas verdes
pintaron sus vuelos
colgados de los planetas.
Mirarse hacia adentro
en uno y en otro
fue desnudarse las vértebras
encontrar la otra media luna
alquimia de lo esférico.
Un cuerpo sumó más cuerpo
y habitaron la infinitud.
Narrativa
El banquito del abuelo
Tengo que resignarme, ya no creo que alguien me salve. Mucho tiempo ha pasado desde mis días de recién hecho, de la grata compañía del abuelo y los nietos; aunque con ellos vino la perdición. Ahora estoy aquí tirado entre cosas viejas, descolado y sin una pata. Si me viera Don Pedro el carpintero que me hizo con tanto cariño para regalárselo al abuelo.
Lo recuerdo cuando mateaba a la tardecita y le tiraba migas a los chingolos. En cada mate estiraba los pensamientos y a veces, se me aflojaban las espigas cuando no sé porqué, se le escapaba una lágrima. Fueron los mejores días sentirlo conmigo, en otro no se sentaba, me quería mucho.
Me hubiera gustado tenerlos alzados a los pequeños pero, me tiraron; así como tiraron al abuelo en un geriátrico, a mí como parte de él, también me tiraron.
Tengo que resignarme, ya no creo que alguien me salve. Mucho tiempo ha pasado desde mis días de recién hecho, de la grata compañía del abuelo y los nietos; aunque con ellos vino la perdición. Ahora estoy aquí tirado entre cosas viejas, descolado y sin una pata. Si me viera Don Pedro el carpintero que me hizo con tanto cariño para regalárselo al abuelo.
Lo recuerdo cuando mateaba a la tardecita y le tiraba migas a los chingolos. En cada mate estiraba los pensamientos y a veces, se me aflojaban las espigas cuando no sé porqué, se le escapaba una lágrima. Fueron los mejores días sentirlo conmigo, en otro no se sentaba, me quería mucho.
Me hubiera gustado tenerlos alzados a los pequeños pero, me tiraron; así como tiraron al abuelo en un geriátrico, a mí como parte de él, también me tiraron.
SINTETICUENTO - Cuento breve
De costumbre
Como de costumbre regresaba del trabajocaminando por la calle polvorienta bajo el fuego solar de la siesta.
A cada paso se resecó su mísero cuerpo, hasta que solo en polvo llegó a su casa.
Y como de costumbre, ignorándolo, su mujer pasó el trapo sobre le televisor y lo quitó de donde se había posado.
Como de costumbre regresaba del trabajocaminando por la calle polvorienta bajo el fuego solar de la siesta.
A cada paso se resecó su mísero cuerpo, hasta que solo en polvo llegó a su casa.
Y como de costumbre, ignorándolo, su mujer pasó el trapo sobre le televisor y lo quitó de donde se había posado.
martes, 20 de enero de 2009
Poesía
El visitante
El visitante de otoño
nació de la bruma
flotó la barca
sobre impávidas rocas
no la detuvieron
un latido era el faro.
Traía violetas
fotos amarillas
caricias aún en las manos.
Tenía cansancio
ignoró las derrotas
quedaron a su nuca
desembarcó en la playa
de plumas y ecos.
El visitante de otoño
nació de la bruma
flotó la barca
sobre impávidas rocas
no la detuvieron
un latido era el faro.
Traía violetas
fotos amarillas
caricias aún en las manos.
Tenía cansancio
ignoró las derrotas
quedaron a su nuca
desembarcó en la playa
de plumas y ecos.
SINTETICUENTO - Cuento breve
El relojero
El mulato Vitginio era quien pasaba la hora cada media cuadra por todo el barrio.
Para él, la importanica de su trabajo era la vida misma del vecindario.
Cuando murió, la gente se detuvo en el tiempo y ya no hizo más nada, hasta que les nombraron a otro que les marcara el ritmo de sus existencias.
El mulato Vitginio era quien pasaba la hora cada media cuadra por todo el barrio.
Para él, la importanica de su trabajo era la vida misma del vecindario.
Cuando murió, la gente se detuvo en el tiempo y ya no hizo más nada, hasta que les nombraron a otro que les marcara el ritmo de sus existencias.
Aquel viaje en tren
Aquel viaje en tren
El tren pasaba por el terraplén rodeado de agua hasta casi las mismas vías, aquel año en que hubo la mayor de las crecientes.
Josengo con sus cinco años, viajaba de regreso hacia su pueblo natal y el convoy se desplazaba muy lento como asegurando las pisadas, como temiendo desbarrancarse y caer al agua.
El niño miraba con ojos de temor a su alrededor y hacía silencio como los demás pasajeros esperando una señal apocalíptica. Ni siquiera la belleza de los nenúfares que flotaban en grandes masas a los costados lo distraía. De pronto, escuchó un silbido extraño, profundo que le erizó la piel y buscó con la mirada el origen del mismo pero, no lo encontró.
Con miedo y una vocecita de llanto, le dice a su madre que puede ser el silbido de una víbora y ésta actitud, la molesta reprochándole su comportamiento que alteraba a los demás.
Nuevamente se hizo el silencio, esta vez, lo sintió más profundo.
Solo escuchó el trac, trac acompasado de las ruedas sobre los rieles.
Pasados unos minutos del altercado y cuando las tensiones de todos se iban aflojando, nuevamente se escuchó un silbido más agudo que el anterior y Josengo dando un brinco, se aferró al brazo de su madre buscando protección.
Y esta vez, su rostro se lo imploraba.
Entonces, sonriendo sarcásticamente y dándole consuelo le dijo que no se asuste por esa tontería puesto que a ese sonido, lo hacía otro niño de unos asientos más adelante tocando una ocarina.
El tren pasaba por el terraplén rodeado de agua hasta casi las mismas vías, aquel año en que hubo la mayor de las crecientes.
Josengo con sus cinco años, viajaba de regreso hacia su pueblo natal y el convoy se desplazaba muy lento como asegurando las pisadas, como temiendo desbarrancarse y caer al agua.
El niño miraba con ojos de temor a su alrededor y hacía silencio como los demás pasajeros esperando una señal apocalíptica. Ni siquiera la belleza de los nenúfares que flotaban en grandes masas a los costados lo distraía. De pronto, escuchó un silbido extraño, profundo que le erizó la piel y buscó con la mirada el origen del mismo pero, no lo encontró.
Con miedo y una vocecita de llanto, le dice a su madre que puede ser el silbido de una víbora y ésta actitud, la molesta reprochándole su comportamiento que alteraba a los demás.
Nuevamente se hizo el silencio, esta vez, lo sintió más profundo.
Solo escuchó el trac, trac acompasado de las ruedas sobre los rieles.
Pasados unos minutos del altercado y cuando las tensiones de todos se iban aflojando, nuevamente se escuchó un silbido más agudo que el anterior y Josengo dando un brinco, se aferró al brazo de su madre buscando protección.
Y esta vez, su rostro se lo imploraba.
Entonces, sonriendo sarcásticamente y dándole consuelo le dijo que no se asuste por esa tontería puesto que a ese sonido, lo hacía otro niño de unos asientos más adelante tocando una ocarina.
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