El banquito del abuelo
Tengo que resignarme, ya no creo que alguien me salve. Mucho tiempo ha pasado desde mis días de recién hecho, de la grata compañía del abuelo y los nietos; aunque con ellos vino la perdición. Ahora estoy aquí tirado entre cosas viejas, descolado y sin una pata. Si me viera Don Pedro el carpintero que me hizo con tanto cariño para regalárselo al abuelo.
Lo recuerdo cuando mateaba a la tardecita y le tiraba migas a los chingolos. En cada mate estiraba los pensamientos y a veces, se me aflojaban las espigas cuando no sé porqué, se le escapaba una lágrima. Fueron los mejores días sentirlo conmigo, en otro no se sentaba, me quería mucho.
Me hubiera gustado tenerlos alzados a los pequeños pero, me tiraron; así como tiraron al abuelo en un geriátrico, a mí como parte de él, también me tiraron.