Impresiones de una vuelta en bicicleta
Estimados lectores:
En este número quiero compartir con ustedes, una actividad que desarrollo y es bueno que se enteren de que se trata por los beneficios que tiene y quién les dice, me acompañen.
Se trata de una actividad desarrollada con la bicicleta y que ha venido incrementándose en los últimos años: hacer turismo en bicicleta.
En los últimos años, se ha incrementado esta modalidad a la que le llaman turismo de aventura. Dentro de la actividad, suele hacerse una diferenciación entre lo que es turismo en bicicleta, que comprende un recorrido de muchos días, incluso por otros países; turismo rural, a través de caminos por el campo y cicloturismo, recreación de corta duración que no requiere una gran preparación física; o como simplemente se le dice: biciturismo. Hay quienes lo hacen en grupos y los más temerarios, solos.
Lo bueno que tiene esta modalidad, es que podemos disfrutar sin mayores pretensiones de un excelente día con solo decidirse a recorrer los alrededores de nuestra ciudad. Con un trayecto de pocas horas, se descubren lugares y cosas que sorprenden; además, se realiza una actividad física sana, se está en contacto con la naturaleza y se tiene una visión abarcativa del lugar en donde vivimos.
Para saber qué se experimenta cuando se realiza esta actividad, les relato una de mis salidas más largas en una tarde.
Con estas premisas, es que suelo salir a recorrer los alrededores de mi ciudad por los caminos vecinales. Los recorridos, no iban más allá de los 30 km que son suficientes para disfrutar a pleno del paseo pero, decidí hacer un periplo más largo para conocer lugares que no había visto y además, prolongar el ejercicio físico.
Un sábado por la tarde, salí para llegar hasta el pueblo de Pronunciamiento distante 38 km y desde allí, hasta San Justo para regresar. Era un periplo de 70 km en total. El día semi nublado se prestaba para ello puesto que el calor de enero había aflojado.
A los pocos kilómetros de partir, el tránsito y el bullicio de la ciudad habían desaparecido dejando el aire diáfano, descontaminado. Comienzo a ver las actividades rurales propias, puedo mirar a lo lejos descansando la vista en los matices que brindan los campos sembrados, los oídos se destapan, se abren ávidos a las voces de la naturaleza; hasta puedo escuchar los distintos tonos de los grillos.
Andar por la tierra entre huellas, entre sendas bordeadas de yuyos y árboles que me rozaban con sus ramas, tuvo el sabor de una aventura de niño.
Cuando pasé por un puente y paré a mirar las mojarras en el agua cristalina mientras la brisa fresca me renovó las ganas de seguir, fue una de las postales imborrables que traje.
Conocer dónde y cómo se produce nuestro alimento, también me ubicó en el contexto geográfico, social, político y económico del lugar en que vivo. Porque además del gozo recreativo, tengo la oportunidad de conversar con la gente y sacar conclusiones.
He visto las cuchillas sembradas como tapices de colores, he visto los cuadros de pintores famosos en vivo y en directo. Bandadas de garzas, palomas y jilgueros; golondrinas en los cables formando hileras como mirando un desfile a mi paso. Una liebre en el camino, me observó extrañada hasta que casi la toco antes de que salga corriendo y unos cuises ariscos se escondieron rápido, no sé si por mi presencia o por las águilas que revoloteaban cerca. Benteveos y cardenales, se daban un festín con los granos caídos en una huella del camino.
Todo esto, no puede apreciarse de otra manera. Es la única forma de palpar lo valioso que tenemos y enriquecer el espíritu. Lo tengo a mano y lo aproveché.
Al concluir la vuelta, el cansancio físico había desaparecido, solo me quedaba una sensación de alegría y satisfacción que me colmó por entero. Fueron 70km metro a metro de experiencia y gratificación total que perdurarán para siempre.
Fue estar con uno mismo y el creador. Como dice una canción:”una experiencia casi religiosa”.
Quien diría en otros tiempos que esta modesta máquina de transporte que fue introducida en el siglo XIX en Europa, tuvo un gran impacto en la cultura y en la industria. Tan es así que en la actualidad, hay alrededor de 800 millones de bicicletas en el mundo y la mayor parte de ellas están en el país que se mueve en bicicleta: China.
Es tan vieja la idea que ya en el antiguo Egipto había algo parecido, eran dos ruedas unidas por una barra; y los aztecas, parece que más osados, le habían agregado una vela. Pero no fue hasta el año 1839, que contó con pedales debido al escosés Kirkpatrick Macmillan.
Hoy, son numerosas las formas, materiales y usos que tiene siendo el turismo, lo que más rápido se ha desarrollado debido a lo antes mencionado, con la ventaja de lo económico que resulta valerse de ella.
He visto las bicicletas cargadas por las solitarias rutas de la Patagonia, cruzando la cordillera y por el medio de las salinas a más de 2000 metros de altura. Ya casi no hay lugar en el mundo que no hayan pisado sus ruedas.
Estimado lector, le sugiero que se anime, salga a recorrer los alrededores de su ciudad y se sorprenderá, comprobará lo que he narrado. Mientras usted lo decide, yo, ya estoy diagramando la próxima salida.
Feliz viaje.