POSTALES
I
Desierto de corazones
el cemento apilado y frío.
Ni una rama cobija al nido de calandria.
Sólo efímeras alabanzas.
Iluminó la brisa su canto,
se perdió sin puerto, sin rumbo.
Hacia el norte buscó el suyo.
A la sombra de los eucaliptos,
horizontes púrpura y azucenas.
II
Se conocieron en esos sitios
adonde van los interesados
y otros a llenar vacíos.
Sin darse cuenta café mediante
conversaron en un bar cualquiera.
El hombre regaló viejos boleros
para que vuelvan los años verdes.
Después, té de menta
y bollitos de coco frente a la chimenea.
Escucharon el disco y pegados
sin hablar se acunaron.
III
De color ceniza
se pintó el caserío.
La tarde se aroma con café
y detrás del vidrio
mira largo sin poder ver.
Alguien canta aquellas canciones
mientras arregla postales que alegran
una melancolía de baúles.
domingo, 17 de febrero de 2008
Cuento: Día de pesca
DIA DE PESCA
No era necesario que sea un día especial. Que el cielo tuviera determinadas nubes ni color. Que el viento viniera de tal lado o que el río estuviera alto o bajo.
Simplemente, quería tener un día de pesca especial. Algo así como una necesidad.
Sin apresuramientos, comenzó con la ceremonia. Limpió bien la caña, aceitó los mecanismos, revisó los elementos de la caja para tal fin, calentó el agua para el mate y revolvió los canteros del jardín en busca de las lombrices para la carnada.
Luego, emprendió el viaje hacia el lugar elegido, el Banco Pelay, allí donde el Río de los Pájaros despliega su belleza y sus aguas mansas, se deslizan como el tiempo de los siglos lamiendo sus arenas de oro.
Desplegó el sillón a la sombra de un guayabo y enterró el soporte de la caña para realizar las tareas con comodidad.
Luego de encarnar, calcula la corriente del agua y arroja la línea lo mas lejos que puede.
Se tensa el hilo y manteniendo la caña con firmeza, permanece de pié expectante.
Observa el paisaje de la otra orilla. Luego, como se desplaza a lo lejos una pequeña embarcación. El tiempo pasa, largo y tranquilo.
Algunas palomas viajan a la otra orilla y las mira siguiéndole el vuelo. En el fondo del río, ningún pez ha visto la carnada.
En sus brazos ya no hay tensión. Tampoco en su interior ni en su mente que divaga imágenes de todo tipo.
Coloca la caña en el soporte y se acomoda en el sillón para saborear unos buenos mates.
Mientras lo hace, fija la mirada en la punta de la caña para advertir cualquier movimiento que indique la mordida de una presa pero, es solo un instante porque luego se le pierde en el infinito límpido del cielo.
Y así se queda, escuchando a lo lejos las cigarras y los pájaros, recordando sin esfuerzo momentos que ya no se repetirían.
La calma abunda afuera y adentro del agua.
Suavemente pasa el agua cálida por la bombilla, al igual que los recuerdos sin prisa, sin aflicciones, despersonalizados en la distancia.
El hilo se mece al compás de las suaves ondas, cuando la brisa pasea su largo vestido por el río. Y ese hilo sumergido en la profundidad, es también, un cordón umbilical con la Madre Tierra.
El tiempo transcurre y las sombras se alargan como dedos queriendo alcanzar los sauces de la Banda Oriental.
Dos o tres veces, repite la operación de sacar y arrojar la línea sin resultados positivos que le indiquen la presencia de algún pez.
Pero él permanece allí, regocijado, perdiendo la vista en el horizonte, en los verdes, en lo profundo del celeste o del agua a sus pies.
Se posa en una nube solitaria que pasa o en una ramita que flota y se va, interminablemente se va en ellas.
Poco a poco, aumenta el tono de la sinfonía de ranas y grillos en la espesura que trae perfumes de viznagas y eucaliptos.
La fresca brisa del crepúsculo, le indica el momento del regreso.
Lentamente, va alejándose del lugar con el sentimiento de un gurí yéndose de los brazos maternos.
Se va sin una presa. Sin la emoción de un pique siquiera. Pero fue el día de pesca que anhelaba porque, su espíritu vuelve con lo mas valioso que fue a buscar, la comunión con Dios y la paz interior que refleja su mirada.
A él ya no lo afecta su infortunio. La cama solo retiene su cuerpo inerte y enfermo, al cual vuelve su alma ahora serena, para abandonarse al sueño de esa noche o quizás, a lo eterno.
No era necesario que sea un día especial. Que el cielo tuviera determinadas nubes ni color. Que el viento viniera de tal lado o que el río estuviera alto o bajo.
Simplemente, quería tener un día de pesca especial. Algo así como una necesidad.
Sin apresuramientos, comenzó con la ceremonia. Limpió bien la caña, aceitó los mecanismos, revisó los elementos de la caja para tal fin, calentó el agua para el mate y revolvió los canteros del jardín en busca de las lombrices para la carnada.
Luego, emprendió el viaje hacia el lugar elegido, el Banco Pelay, allí donde el Río de los Pájaros despliega su belleza y sus aguas mansas, se deslizan como el tiempo de los siglos lamiendo sus arenas de oro.
Desplegó el sillón a la sombra de un guayabo y enterró el soporte de la caña para realizar las tareas con comodidad.
Luego de encarnar, calcula la corriente del agua y arroja la línea lo mas lejos que puede.
Se tensa el hilo y manteniendo la caña con firmeza, permanece de pié expectante.
Observa el paisaje de la otra orilla. Luego, como se desplaza a lo lejos una pequeña embarcación. El tiempo pasa, largo y tranquilo.
Algunas palomas viajan a la otra orilla y las mira siguiéndole el vuelo. En el fondo del río, ningún pez ha visto la carnada.
En sus brazos ya no hay tensión. Tampoco en su interior ni en su mente que divaga imágenes de todo tipo.
Coloca la caña en el soporte y se acomoda en el sillón para saborear unos buenos mates.
Mientras lo hace, fija la mirada en la punta de la caña para advertir cualquier movimiento que indique la mordida de una presa pero, es solo un instante porque luego se le pierde en el infinito límpido del cielo.
Y así se queda, escuchando a lo lejos las cigarras y los pájaros, recordando sin esfuerzo momentos que ya no se repetirían.
La calma abunda afuera y adentro del agua.
Suavemente pasa el agua cálida por la bombilla, al igual que los recuerdos sin prisa, sin aflicciones, despersonalizados en la distancia.
El hilo se mece al compás de las suaves ondas, cuando la brisa pasea su largo vestido por el río. Y ese hilo sumergido en la profundidad, es también, un cordón umbilical con la Madre Tierra.
El tiempo transcurre y las sombras se alargan como dedos queriendo alcanzar los sauces de la Banda Oriental.
Dos o tres veces, repite la operación de sacar y arrojar la línea sin resultados positivos que le indiquen la presencia de algún pez.
Pero él permanece allí, regocijado, perdiendo la vista en el horizonte, en los verdes, en lo profundo del celeste o del agua a sus pies.
Se posa en una nube solitaria que pasa o en una ramita que flota y se va, interminablemente se va en ellas.
Poco a poco, aumenta el tono de la sinfonía de ranas y grillos en la espesura que trae perfumes de viznagas y eucaliptos.
La fresca brisa del crepúsculo, le indica el momento del regreso.
Lentamente, va alejándose del lugar con el sentimiento de un gurí yéndose de los brazos maternos.
Se va sin una presa. Sin la emoción de un pique siquiera. Pero fue el día de pesca que anhelaba porque, su espíritu vuelve con lo mas valioso que fue a buscar, la comunión con Dios y la paz interior que refleja su mirada.
A él ya no lo afecta su infortunio. La cama solo retiene su cuerpo inerte y enfermo, al cual vuelve su alma ahora serena, para abandonarse al sueño de esa noche o quizás, a lo eterno.
sábado, 16 de febrero de 2008
Sinteticuento: El charco - Cuento breve
Le gustaba tirar piedras al medio del charco porque los círculos que se fromaban, le parecían una puerta hacia una dimensión desconocida.
Lo estudió de mil maneras y le dio la certeza de que podía realizar ese viaje.
Lo encaró con decisión, pero se dio cuenta de que para él esa puerta estaba cerrada, cuando le chorreaba la sangre del enorme chichón.
Lo estudió de mil maneras y le dio la certeza de que podía realizar ese viaje.
Lo encaró con decisión, pero se dio cuenta de que para él esa puerta estaba cerrada, cuando le chorreaba la sangre del enorme chichón.
BICITURISMO
Impresiones de una vuelta en bicicleta
Estimados lectores:
En este número quiero compartir con ustedes, una actividad que desarrollo y es bueno que se enteren de que se trata por los beneficios que tiene y quién les dice, me acompañen.
Se trata de una actividad desarrollada con la bicicleta y que ha venido incrementándose en los últimos años: hacer turismo en bicicleta.
En los últimos años, se ha incrementado esta modalidad a la que le llaman turismo de aventura. Dentro de la actividad, suele hacerse una diferenciación entre lo que es turismo en bicicleta, que comprende un recorrido de muchos días, incluso por otros países; turismo rural, a través de caminos por el campo y cicloturismo, recreación de corta duración que no requiere una gran preparación física; o como simplemente se le dice: biciturismo. Hay quienes lo hacen en grupos y los más temerarios, solos.
Lo bueno que tiene esta modalidad, es que podemos disfrutar sin mayores pretensiones de un excelente día con solo decidirse a recorrer los alrededores de nuestra ciudad. Con un trayecto de pocas horas, se descubren lugares y cosas que sorprenden; además, se realiza una actividad física sana, se está en contacto con la naturaleza y se tiene una visión abarcativa del lugar en donde vivimos.
Para saber qué se experimenta cuando se realiza esta actividad, les relato una de mis salidas más largas en una tarde.
Con estas premisas, es que suelo salir a recorrer los alrededores de mi ciudad por los caminos vecinales. Los recorridos, no iban más allá de los 30 km que son suficientes para disfrutar a pleno del paseo pero, decidí hacer un periplo más largo para conocer lugares que no había visto y además, prolongar el ejercicio físico.
Un sábado por la tarde, salí para llegar hasta el pueblo de Pronunciamiento distante 38 km y desde allí, hasta San Justo para regresar. Era un periplo de 70 km en total. El día semi nublado se prestaba para ello puesto que el calor de enero había aflojado.
A los pocos kilómetros de partir, el tránsito y el bullicio de la ciudad habían desaparecido dejando el aire diáfano, descontaminado. Comienzo a ver las actividades rurales propias, puedo mirar a lo lejos descansando la vista en los matices que brindan los campos sembrados, los oídos se destapan, se abren ávidos a las voces de la naturaleza; hasta puedo escuchar los distintos tonos de los grillos.
Andar por la tierra entre huellas, entre sendas bordeadas de yuyos y árboles que me rozaban con sus ramas, tuvo el sabor de una aventura de niño.
Cuando pasé por un puente y paré a mirar las mojarras en el agua cristalina mientras la brisa fresca me renovó las ganas de seguir, fue una de las postales imborrables que traje.
Conocer dónde y cómo se produce nuestro alimento, también me ubicó en el contexto geográfico, social, político y económico del lugar en que vivo. Porque además del gozo recreativo, tengo la oportunidad de conversar con la gente y sacar conclusiones.
He visto las cuchillas sembradas como tapices de colores, he visto los cuadros de pintores famosos en vivo y en directo. Bandadas de garzas, palomas y jilgueros; golondrinas en los cables formando hileras como mirando un desfile a mi paso. Una liebre en el camino, me observó extrañada hasta que casi la toco antes de que salga corriendo y unos cuises ariscos se escondieron rápido, no sé si por mi presencia o por las águilas que revoloteaban cerca. Benteveos y cardenales, se daban un festín con los granos caídos en una huella del camino.
Todo esto, no puede apreciarse de otra manera. Es la única forma de palpar lo valioso que tenemos y enriquecer el espíritu. Lo tengo a mano y lo aproveché.
Al concluir la vuelta, el cansancio físico había desaparecido, solo me quedaba una sensación de alegría y satisfacción que me colmó por entero. Fueron 70km metro a metro de experiencia y gratificación total que perdurarán para siempre.
Fue estar con uno mismo y el creador. Como dice una canción:”una experiencia casi religiosa”.
Quien diría en otros tiempos que esta modesta máquina de transporte que fue introducida en el siglo XIX en Europa, tuvo un gran impacto en la cultura y en la industria. Tan es así que en la actualidad, hay alrededor de 800 millones de bicicletas en el mundo y la mayor parte de ellas están en el país que se mueve en bicicleta: China.
Es tan vieja la idea que ya en el antiguo Egipto había algo parecido, eran dos ruedas unidas por una barra; y los aztecas, parece que más osados, le habían agregado una vela. Pero no fue hasta el año 1839, que contó con pedales debido al escosés Kirkpatrick Macmillan.
Hoy, son numerosas las formas, materiales y usos que tiene siendo el turismo, lo que más rápido se ha desarrollado debido a lo antes mencionado, con la ventaja de lo económico que resulta valerse de ella.
He visto las bicicletas cargadas por las solitarias rutas de la Patagonia, cruzando la cordillera y por el medio de las salinas a más de 2000 metros de altura. Ya casi no hay lugar en el mundo que no hayan pisado sus ruedas.
Estimado lector, le sugiero que se anime, salga a recorrer los alrededores de su ciudad y se sorprenderá, comprobará lo que he narrado. Mientras usted lo decide, yo, ya estoy diagramando la próxima salida.
Feliz viaje.
Estimados lectores:
En este número quiero compartir con ustedes, una actividad que desarrollo y es bueno que se enteren de que se trata por los beneficios que tiene y quién les dice, me acompañen.
Se trata de una actividad desarrollada con la bicicleta y que ha venido incrementándose en los últimos años: hacer turismo en bicicleta.
En los últimos años, se ha incrementado esta modalidad a la que le llaman turismo de aventura. Dentro de la actividad, suele hacerse una diferenciación entre lo que es turismo en bicicleta, que comprende un recorrido de muchos días, incluso por otros países; turismo rural, a través de caminos por el campo y cicloturismo, recreación de corta duración que no requiere una gran preparación física; o como simplemente se le dice: biciturismo. Hay quienes lo hacen en grupos y los más temerarios, solos.
Lo bueno que tiene esta modalidad, es que podemos disfrutar sin mayores pretensiones de un excelente día con solo decidirse a recorrer los alrededores de nuestra ciudad. Con un trayecto de pocas horas, se descubren lugares y cosas que sorprenden; además, se realiza una actividad física sana, se está en contacto con la naturaleza y se tiene una visión abarcativa del lugar en donde vivimos.
Para saber qué se experimenta cuando se realiza esta actividad, les relato una de mis salidas más largas en una tarde.
Con estas premisas, es que suelo salir a recorrer los alrededores de mi ciudad por los caminos vecinales. Los recorridos, no iban más allá de los 30 km que son suficientes para disfrutar a pleno del paseo pero, decidí hacer un periplo más largo para conocer lugares que no había visto y además, prolongar el ejercicio físico.
Un sábado por la tarde, salí para llegar hasta el pueblo de Pronunciamiento distante 38 km y desde allí, hasta San Justo para regresar. Era un periplo de 70 km en total. El día semi nublado se prestaba para ello puesto que el calor de enero había aflojado.
A los pocos kilómetros de partir, el tránsito y el bullicio de la ciudad habían desaparecido dejando el aire diáfano, descontaminado. Comienzo a ver las actividades rurales propias, puedo mirar a lo lejos descansando la vista en los matices que brindan los campos sembrados, los oídos se destapan, se abren ávidos a las voces de la naturaleza; hasta puedo escuchar los distintos tonos de los grillos.
Andar por la tierra entre huellas, entre sendas bordeadas de yuyos y árboles que me rozaban con sus ramas, tuvo el sabor de una aventura de niño.
Cuando pasé por un puente y paré a mirar las mojarras en el agua cristalina mientras la brisa fresca me renovó las ganas de seguir, fue una de las postales imborrables que traje.
Conocer dónde y cómo se produce nuestro alimento, también me ubicó en el contexto geográfico, social, político y económico del lugar en que vivo. Porque además del gozo recreativo, tengo la oportunidad de conversar con la gente y sacar conclusiones.
He visto las cuchillas sembradas como tapices de colores, he visto los cuadros de pintores famosos en vivo y en directo. Bandadas de garzas, palomas y jilgueros; golondrinas en los cables formando hileras como mirando un desfile a mi paso. Una liebre en el camino, me observó extrañada hasta que casi la toco antes de que salga corriendo y unos cuises ariscos se escondieron rápido, no sé si por mi presencia o por las águilas que revoloteaban cerca. Benteveos y cardenales, se daban un festín con los granos caídos en una huella del camino.
Todo esto, no puede apreciarse de otra manera. Es la única forma de palpar lo valioso que tenemos y enriquecer el espíritu. Lo tengo a mano y lo aproveché.
Al concluir la vuelta, el cansancio físico había desaparecido, solo me quedaba una sensación de alegría y satisfacción que me colmó por entero. Fueron 70km metro a metro de experiencia y gratificación total que perdurarán para siempre.
Fue estar con uno mismo y el creador. Como dice una canción:”una experiencia casi religiosa”.
Quien diría en otros tiempos que esta modesta máquina de transporte que fue introducida en el siglo XIX en Europa, tuvo un gran impacto en la cultura y en la industria. Tan es así que en la actualidad, hay alrededor de 800 millones de bicicletas en el mundo y la mayor parte de ellas están en el país que se mueve en bicicleta: China.
Es tan vieja la idea que ya en el antiguo Egipto había algo parecido, eran dos ruedas unidas por una barra; y los aztecas, parece que más osados, le habían agregado una vela. Pero no fue hasta el año 1839, que contó con pedales debido al escosés Kirkpatrick Macmillan.
Hoy, son numerosas las formas, materiales y usos que tiene siendo el turismo, lo que más rápido se ha desarrollado debido a lo antes mencionado, con la ventaja de lo económico que resulta valerse de ella.
He visto las bicicletas cargadas por las solitarias rutas de la Patagonia, cruzando la cordillera y por el medio de las salinas a más de 2000 metros de altura. Ya casi no hay lugar en el mundo que no hayan pisado sus ruedas.
Estimado lector, le sugiero que se anime, salga a recorrer los alrededores de su ciudad y se sorprenderá, comprobará lo que he narrado. Mientras usted lo decide, yo, ya estoy diagramando la próxima salida.
Feliz viaje.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)