IV
No se dio permiso para extrañar
no se dio permiso para querer
habitó un nido de espinas
brazos de tuna la cercaron.
Su corazón de calandria
tuvo temor de águilas
cuando volaba solitaria
la compañía de otras aves
fueron bálsamos que aliviaron
ardores de arrullos y aleteos.
Tenía miedo de volar alto
por donde la llevara
el instinto de su costado
se le hiciera vacío el sustento
fuera el último vuelo
quebraran sus alas sin remedio.