Carta Nº 9
Rubén:
no tienes que agradecerme las cosas que te cuento, para mí es bueno que lo haga
aunque no pueda ser tan preciso y minucioso. Sí puedo puedo contar las que fueron
graciosas, las que en ese contexto me parecían así, pero hoy, a la distancia tienen un
tinte de humor negro y una sonrisa amarga.
Se generaron cientos de anécdotas. Contar las dramáticas, siempre me resultó difícil.
Para ello es necesario despojarme de mí mismo, ubicarme como espectador de una
película, creer que no estuve allí en ese momento porque si recuerdo, se me cierra la
garganta. A la edad de los comienzos, me abrazó un silencio de asombro.
¿Cómo les cuento a quiénes miraron desde afuera, la suerte de los dados o el sacrifico
de un peón por un alfil en ese tablero mortal ?¿Qué palabras, qué argumentos elaboro
para explicarles a una madre, a un padre, lo que sufrió su hijo y no quebrarles la vida?
Ellos preguntaron poco, con lo que imaginaban ya era suficiente. Las que se animaron a
preguntar fueron las esposas. Querían ser partícipes, acompañar en el sentimiento a su
héroe frustrado, contenerlo. Aunque, hay temas, acciones, tan íntimas, códigos propios
de los combatientes que sólo con un camarada que vivió lo mismo, se pueden compartir.
A mis hijos les hablo de la enseñanza que nos dejó, que sean custodios de la herencia
de la memoria histórica. A ellos les cuento para que sepan de la boca de quien realmente
vivió esa experiencia que las guerras sólo traen miseria, no hay quien salga inmune de
ellas. A los más pequeños les cuento sobre las armas, las trincheras, vehículos, aviones,
montañas, vegetación, la gente que vive en ese lugar; nada que pueda afectarlos.
También han aprendido mucho de las conferencias que doy, de las revistas y la
televisión. Me piden todos los detalles, no puedo, me amordaza la congoja, me supera la
irracionalidad de matarnos unos a otros, no quiero dejar imágenes que angustien o no
sean comprendidas.
Hay miserias y heroísmos que no son los que en la vida común conocemos; en el frente
de batalla cada gesto tiene otro valor, otra dimensión.
No te preocupes, igualmente continuaré con los relatos.
Rubén:
no tienes que agradecerme las cosas que te cuento, para mí es bueno que lo haga
aunque no pueda ser tan preciso y minucioso. Sí puedo puedo contar las que fueron
graciosas, las que en ese contexto me parecían así, pero hoy, a la distancia tienen un
tinte de humor negro y una sonrisa amarga.
Se generaron cientos de anécdotas. Contar las dramáticas, siempre me resultó difícil.
Para ello es necesario despojarme de mí mismo, ubicarme como espectador de una
película, creer que no estuve allí en ese momento porque si recuerdo, se me cierra la
garganta. A la edad de los comienzos, me abrazó un silencio de asombro.
¿Cómo les cuento a quiénes miraron desde afuera, la suerte de los dados o el sacrifico
de un peón por un alfil en ese tablero mortal ?¿Qué palabras, qué argumentos elaboro
para explicarles a una madre, a un padre, lo que sufrió su hijo y no quebrarles la vida?
Ellos preguntaron poco, con lo que imaginaban ya era suficiente. Las que se animaron a
preguntar fueron las esposas. Querían ser partícipes, acompañar en el sentimiento a su
héroe frustrado, contenerlo. Aunque, hay temas, acciones, tan íntimas, códigos propios
de los combatientes que sólo con un camarada que vivió lo mismo, se pueden compartir.
A mis hijos les hablo de la enseñanza que nos dejó, que sean custodios de la herencia
de la memoria histórica. A ellos les cuento para que sepan de la boca de quien realmente
vivió esa experiencia que las guerras sólo traen miseria, no hay quien salga inmune de
ellas. A los más pequeños les cuento sobre las armas, las trincheras, vehículos, aviones,
montañas, vegetación, la gente que vive en ese lugar; nada que pueda afectarlos.
También han aprendido mucho de las conferencias que doy, de las revistas y la
televisión. Me piden todos los detalles, no puedo, me amordaza la congoja, me supera la
irracionalidad de matarnos unos a otros, no quiero dejar imágenes que angustien o no
sean comprendidas.
Hay miserias y heroísmos que no son los que en la vida común conocemos; en el frente
de batalla cada gesto tiene otro valor, otra dimensión.
No te preocupes, igualmente continuaré con los relatos.