Carta Nº 1
Querido amigo:
después de muchas cavilaciones, porque como te contaré más adelante no me resulta fácil, te escribo estas líneas para contarte lo que viví durante la guerra que pretendió recuperar las Islas Malvinas.
Solamente una unidad del Batallón de Infantería Nº5 de Río Grande, estaba preparada medianamente para un enfrentamiento armado. Lo estaba psicológicamente porque todavía continuaba el conflicto con Chile por el canal de Beagle. Era una unidad de choque y había recibido entrenamiento psicofísico para una acción de guerra. Los demás no estábamos preparados, apenas habíamos realizado algunas prácticas de tiro. Sólo contábamos con la euforia natural de la edad, con el ímpetu de defender lo propio, de querer echar al usurpador sin medir cómo ni con qué, sin pensar que quizás no había regreso.
Era tal la improvisación que me enteré de que iba a la guerra cuando llegué al sitio de operaciones; otros, cuando ya estaban vestidos de civil prontos para regresar a sus hogares. Nadie pudo avisar a sus familiares que nos llevaban a la guerra. Muchos esperaron un regreso en vano, una espera de dolor eterno, se desangraron por el costado más tierno. Sólo cuando ya estábamos allá en la isla, pudimos contarles lo que sucedía mediante cartas; algunos padres se enteraron antes porque vieron a sus hijos en las fotos de los medios.
Fui a una guerra que sentimos y padecimos unos pocos argentinos, el resto de los habitantes sufrió solo un deporte, un circo organizado para la ocasión: el mundial de fútbol que se jugaba en España.
Mientras yo jugaba a matar o morir defendiendo a la Patria, otros entusiasmados defendían una camiseta en una estrategia de mentira y encubrimiento.
Te envío un abrazo con tristeza, pero con el valor intacto.