miércoles, 7 de julio de 2010

Presentación del libro "LAS CARTAS DEL DOLOR"

Prólogo

Prólogo

El hecho que refiero
pasó en un tiempo
que no podemos entender.

Jorge Luis Borges




El 2 de abril de 1982, comenzó la vertiginosa guerra de Argentina e Inglaterra, y finalizó el 14 de junio, exactamente un mes y catorce días después. Los países involucrados utilizaron el conflicto para recuperar el apoyo popular y solucionar sus problemas sociales. Los reclutas argentinos que participaron, tenían entre 19 y 20 años, escasa preparación bélica y una total desinformación. Las cifras oficiales dicen que fueron 12.000 los soldados argentinos que estuvieron en el teatro de operaciones del Atlántico Sur, y 700 los muertos. Fue la única guerra de nuestro país en el siglo XX y enluta la memoria de todos nosotros para siempre.
En este arduo trabajo de investigación, elaboración y síntesis, Rubén Roude camina por un lugar escarpado, donde los protagonistas exhalan dolor y desconcierto. Sin embargo roza las profundas cicatrices y las eleva a la condición de homenaje.
Estas cartas de los veteranos de Malvinas muestran el otro lado de la guerra, la que no se mide con estadísticas ni con nombres, sino con la golpeada soledad del corazón, con el recuerdo abatido por imágenes que ya no saldrán de sus retinas.
Es un valioso aporte a la cultura, una sensible e imaginativa manera de mostrar lo que no conocemos, lo que nadie, solamente ellos, los protagonistas del trágico “combate interior”, han hecho y siguen haciendo para recuperar la nueva luz de cada día.

Susy Quinteros

LAS CARTAS DEL DOLOR
Libro de mi autoría editado por la UNER
para la Sala Conmemorativa de Malvinas
de ex combatientes "Francisco Sírtori"
de Concepción del Uruguay - Entre Ríos

Carta Nº1

Carta Nº 1

Querido amigo:
después de muchas cavilaciones, porque como te contaré más adelante no me resulta fácil, te escribo estas líneas para contarte lo que viví durante la guerra que pretendió recuperar las Islas Malvinas.
Solamente una unidad del Batallón de Infantería Nº5 de Río Grande, estaba preparada medianamente para un enfrentamiento armado. Lo estaba psicológicamente porque todavía continuaba el conflicto con Chile por el canal de Beagle. Era una unidad de choque y había recibido entrenamiento psicofísico para una acción de guerra. Los demás no estábamos preparados, apenas habíamos realizado algunas prácticas de tiro. Sólo contábamos con la euforia natural de la edad, con el ímpetu de defender lo propio, de querer echar al usurpador sin medir cómo ni con qué, sin pensar que quizás no había regreso.
Era tal la improvisación que me enteré de que iba a la guerra cuando llegué al sitio de operaciones; otros, cuando ya estaban vestidos de civil prontos para regresar a sus hogares. Nadie pudo avisar a sus familiares que nos llevaban a la guerra. Muchos esperaron un regreso en vano, una espera de dolor eterno, se desangraron por el costado más tierno. Sólo cuando ya estábamos allá en la isla, pudimos contarles lo que sucedía mediante cartas; algunos padres se enteraron antes porque vieron a sus hijos en las fotos de los medios.
Fui a una guerra que sentimos y padecimos unos pocos argentinos, el resto de los habitantes sufrió solo un deporte, un circo organizado para la ocasión: el mundial de fútbol que se jugaba en España.
Mientras yo jugaba a matar o morir defendiendo a la Patria, otros entusiasmados defendían una camiseta en una estrategia de mentira y encubrimiento.
Te envío un abrazo con tristeza, pero con el valor intacto.