jueves, 7 de enero de 2010
Poesía
Estalla el silencio
Tiene fuego la tarde
piel adentro un incendio
aljibe seco
sin roldadas que la rescaten.
No suena el teléfono
en el hueco del desvelo.
El silencio se hace estallido
de planetas desencontrados.
El balcón hacia la calle
suicida la espera
del sonido que los conecta.
Se estira una lágrima
sobre el deseo caído.
Tiene fuego la tarde
piel adentro un incendio
aljibe seco
sin roldadas que la rescaten.
No suena el teléfono
en el hueco del desvelo.
El silencio se hace estallido
de planetas desencontrados.
El balcón hacia la calle
suicida la espera
del sonido que los conecta.
Se estira una lágrima
sobre el deseo caído.
Sin documento
Sin documento
Andaba la policía controlando los boliches y lo encontraron al pobre Pepe sin documentos. Se los había olvidado.
Quiso explicar quien era pero, no le entendieron su media lengua porque era sordo y se lo llevaron detenido.
Si no hubiera agarrado un papel y lápiz para explicar quien era, todavía seguirían hablándole en distintos idiomas creyendo que era extranjero.
Andaba la policía controlando los boliches y lo encontraron al pobre Pepe sin documentos. Se los había olvidado.
Quiso explicar quien era pero, no le entendieron su media lengua porque era sordo y se lo llevaron detenido.
Si no hubiera agarrado un papel y lápiz para explicar quien era, todavía seguirían hablándole en distintos idiomas creyendo que era extranjero.
OPINIÓN
OPINIÓN
¿Qué opino me preguntas? ¡Qué siento! Debo responder, si acaso encontrara palabras que puedan expresarlo.
¿Es posible que algún simple mortal pueda arrogarse el describir el latido, el aliento de una poesía dedicada?
El poeta se sublima a sí mismo. Enfoca su prisma hacia el sol o la luna y tañe las vértebras, el costado más tierno.
¿Qué vanidad de amor sería, creerse el todo y la nada si somos mendigos del corazón?
Nos espejamos en las letras y nos mentimos en la imagen del otro.
Los dioses de las ansias, son dioses que alucinamos.
¿Qué opino me preguntas? ¡Qué siento! Debo responder, si acaso encontrara palabras que puedan expresarlo.
¿Es posible que algún simple mortal pueda arrogarse el describir el latido, el aliento de una poesía dedicada?
El poeta se sublima a sí mismo. Enfoca su prisma hacia el sol o la luna y tañe las vértebras, el costado más tierno.
¿Qué vanidad de amor sería, creerse el todo y la nada si somos mendigos del corazón?
Nos espejamos en las letras y nos mentimos en la imagen del otro.
Los dioses de las ansias, son dioses que alucinamos.
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