Beto
Beto se acurrucó llorando sobre un tronquito. Era un llanto de rabia que retorcía las manos como queriendo quitarse algo de encima. Con esa misma rabia había arrancado los tiradores del pantalón, que dejó colgados en la rama de un espinillo.
El verdulero Quintana, tenía tres hijas mujeres y siempre esperó con ansias tener un varón para que lo ayude en las tareas. Por eso lo tenía a Beto, él era el hombrecito de la casa a pesar de su corta edad. Las hijas mayores hacían las tareas de la casa y Beto, ayudaba a su padre. El le había puesto ese nombre y le decía: - ¡Beto, traeme el caballo!, - ¡Beto, andá a buscar agua!, - ¡ Beto, alcanzame la verdura!. Un domingo, como nunca antes lo había hecho, le dijo que lo acompañara al boliche donde acostumbraba reunirse con los amigos a jugar unos trucos. Le arreglaron el pelo con gomina, camisa limpia, pantalón con tiradores nuevos y alpargatas de bigotes recortados y partieron. Cuando llegaron al lugar, Don Quintana fue saludando a los presentes hasta que uno le dijo: - ¡Pero ché, qué lindo gurisito que tenés! -a lo que respondió sonriendo: - ¡No, no es un gurisito, es mi hija, la menor!.
Por eso llora y repite: - ¡Yo no me llamo Beto, me llamo Francisca y soy mujer!.