Noche de garúa
Cae la noche que es fría y, la niebla se mueve como un fantasma en la brisa, bajo el foco de la esquina.
Gustavo Hernández, un muchacho alto, de espalda ancha y brazos gruesos, se arrebuja en su abrigo detrás de una saliente de la pared de la fábrica, está haciendo guardia en su trabajo como agente de seguridad desde hace tan solo una semana. Es la primera vez que hace esto, aunque no es lo que sabe hacer.
Estudió para Técnico Mecánico y nunca usó un arma, pero tiene que trabajar y lo necesita.
Gustavo Hernández comprende que sus padres no pueden mantenerlo. Además, tiene hermanos menores y para peor, su novia está embarazada.
Siente frío en su interior, no es el de la noche, es la incertidumbre de su proyección en la vida, de no encajar en lo que le corresponde a su estudio y que le gusta.
Recorre mentalmente una y otra vez los lugares en los que dejó su currículum, las entrevistas, las promesas y como autómata, registra su celular en busca de un mensaje alentador.
Todo era oscuro en su futuro, como esa noche, como sus ganas de ceder a la tentación de tener plata fácil. Tan oscuro como ese personaje que le prometió parte del botín, si una noche como ésta, accedía a un plan para desvalijar el lugar.
Pensaba en eso y no supo si era el frío que ahora traía la garúa pero su cuerpo se estremeció, cerró más el cuello de su abrigo y se secó las mejillas que no distinguió si las mojó la llovizna..