miércoles, 18 de agosto de 2010

Poesía

Consuelo

Hojas de otoño
los días que pasan
témpanos en canastas.


No llegan letras
no hay música de alerta.

Si pudiera verlo
en el café quieto
sabría lo que hace
ella tendría consuelo.

Ciruelo en flor - Haiku

Aves y trinos
entre lo eucaliptos,
hondo suspiro.

SINTETICUENTO - Cuento breve

Sin precaución
Cada vez que Javier apretaba una tecla de la PC, salía música en vez de activar un comando.
No lo podía creer porque era nueva, de la última generación que hasta le decía cuando debía ir al baño.
Pero se lo explicaron: "-¡Sabías que tenías que apagarla cuando hay tormenta!", le dijo San Pedro.

LAS CARTAS DEL DOLOR


Carta Nº 2

Estimado amigo:
a vos que estás en la comodidad y la tranquilidad de tu hogar rodeado de afectos, te deseo de corazón que nunca pierdas ese tesoro o tengas que estar en un lugar como en el que estuve.
Cuando se está en el frente de batalla, la mente trabaja a pleno todo el tiempo; relajarse, puede significar una distracción fatal. Pensaba sobre todo en sobrevivir, en mejorar mi situación en el sitio donde estaba. Procuraba estar lo mejor posible física y psíquicamente con cosas básicas: tener algo para comer puesto que las raciones no llegaban, mantener la ropa seca, acondicionar la trinchera para que no entrara el agua cuando llovía. Aunque logré esto último, no pude quitarme los borceguíes durante todo el conflicto y esa humedad en los pies, hicieron que las medias se me pegaran a la piel provocándome serias heridas cuando las quise sacar. No podía descalzarme porque se me congelaban los pies y en la isla no había leña como para hacer un fuego y calentarlos. Sólo contábamos con la turba que hacía brasa pero no había que encenderla porque el humo delataba nuestra posición. Pensaba en mis amigos y compañeros de la unidad que estaban en otras trincheras y me las ingeniaba para escaparme a visitarlos. La necesidad de afecto era muy grande, el reencuentro me levantaba la moral y la esperanza de que aún se podía continuar con vida.
También mi familia, mi novia, los amigos de la barra, desfilaban permanentemente por mi mente, produciéndome una gran tristeza. A todos nos pasaba lo mismo, lo sabíamos con solo mirarnos y nos refugiábamos en el abrazo del otro. Afloraban llantos de ausencias, de abandonos. Hubo cartas malditas que terminaban de leer los compañeros, porque sumaban el desamparo a la situación. Eran de amores que no esperarían, que cortaban el amarre de esperanza para el regreso.
Yo tuve la suerte de contar con tus cartas y las de mi familia. Te agradeceré siempre ese gesto.