domingo, 5 de julio de 2009
Día del Escritor
DIA DEL ESCRITOR
La noche del 13 de junio había llegado con todos sus fríos. Estaban mezquinas las luces del sábado y los peatones de las calles de la ciudad histórica.
Pero la nueva Comisión Directiva de SADE había convocado a la cita, y los letrófilos de a uno o dos fuimos llegando a sabiendas los muchos, escépticos los mínimos de la calidad de los invitados al escenario.
La antesala se cargó de saludos, noticias propias e hilachas caídas en la espera del comienzo, hasta más allá de la tolerancia como debe ser a nuestra mala costumbre. En la mesa de los vinos preparada para el brindis del final, un enjuto extraño de barba blanca y gorra negra con dibujos rojos, ignorado por los presentes apuraba un vino tinto. El poeta invitado a dar el recital, pedía con la mirada a los organizadores que lo rescaten de las alabanzas y besuqueos de señoras mayores.
Ubicados en el salón, luego de la consabida puesta a punto de los micrófonos, como todo acto que se precie, y alguna música de celular inoportuna, hubo bienvenida a la celebración del Día del Escritor y agradecimientos de la presidenta de la SADE Filial del Río Uruguay, Susy Quinteros. A continuación, el vicepresidente Julio Vega celebró este día recordando a Leopoldo Lugones y su legado. Luego, los integrantes de la nueva comisión, tuvieron la gentileza de obsequiarle al presidente anterior Luis A. Salvarezza, un presente en reconocimiento a la labor desarrollada durante su gestión.
Finalizada la parte protocolar, se apagaron las luces del salón del teatro 1º de Mayo. Una pantalla suspendida en el frente comenzó a mostrar una sucesión de imágenes de películas clásicas y afiches desde la época del cine mudo; una música de fondo las acompañaba, no había texto alguno, solo recordarlas hacían vacías las palabras, se estaba convocando a la sensibilidad. Recordando, amando, lagrimeando aquellas “Historias en 16” en las que Marcos Silber nos introduciría a través de sus “Thrillers” poéticos.
Volvieron a encenderse algunas luces, las suficientes para el clima del momento. El poeta subió al escenario, acercó un taburete casi al borde y con los textos en una mano y el micrófono en la otra sin más trámite en el silencio, su voz grave comenzó con un Corto de introducción: “La luz se apaga. Se inicia el ritual, la vida se muda a otra dimensión. El milagro se ilumina. Aparece la imagen. Se encienden los motores de la emoción.”
El extraño de barba blanca y gorra sube al escenario, desde el fondo regresa con un saxo colgado de su cuello. Marcos habla de la niebla del Brooklyn en la noche y Sergio Paolucci, el del saxo, nos abraza y mete dentro de ella con su música. Y se suceden las imágenes decidas en cadencias. Nos pasea por el Bronx, la 17, el Flamingo, el Queens, y vemos los cabellos de fuego de Dorothy Sánchez; paseamos en el Lincoln 250hp dos carburadores de Rand -Peste- Moretti y le damos la mano a Chester Cornwell y a otros más, mientras Bernie Logan se mete en el espíritu de Sergio y ya nadie lo maldice en la noche, se lo admira mientras levanta su saxo y toca con voz humana.
Se suceden las grandes historias, aquellas de todos los días, las de la miseria, amores, desesperaciones, de los mundos marginados. Marcos nos vivencia estos “Thrillers” como “obertura de la película que sigue, la que vendrá, la que aún nos debe la vida…”
Suceden hasta que se apagan las luces del salón, pero tienen algo de mi propia película y quedan imágenes colgadas en la emoción.
Resuenan mis pasos en los zaguanes, la brisa fría de la noche trae sonidos de bronce y surge la pregunta: ¿doblarán por mí, las campanas?
La noche del 13 de junio había llegado con todos sus fríos. Estaban mezquinas las luces del sábado y los peatones de las calles de la ciudad histórica.
Pero la nueva Comisión Directiva de SADE había convocado a la cita, y los letrófilos de a uno o dos fuimos llegando a sabiendas los muchos, escépticos los mínimos de la calidad de los invitados al escenario.
La antesala se cargó de saludos, noticias propias e hilachas caídas en la espera del comienzo, hasta más allá de la tolerancia como debe ser a nuestra mala costumbre. En la mesa de los vinos preparada para el brindis del final, un enjuto extraño de barba blanca y gorra negra con dibujos rojos, ignorado por los presentes apuraba un vino tinto. El poeta invitado a dar el recital, pedía con la mirada a los organizadores que lo rescaten de las alabanzas y besuqueos de señoras mayores.
Ubicados en el salón, luego de la consabida puesta a punto de los micrófonos, como todo acto que se precie, y alguna música de celular inoportuna, hubo bienvenida a la celebración del Día del Escritor y agradecimientos de la presidenta de la SADE Filial del Río Uruguay, Susy Quinteros. A continuación, el vicepresidente Julio Vega celebró este día recordando a Leopoldo Lugones y su legado. Luego, los integrantes de la nueva comisión, tuvieron la gentileza de obsequiarle al presidente anterior Luis A. Salvarezza, un presente en reconocimiento a la labor desarrollada durante su gestión.
Finalizada la parte protocolar, se apagaron las luces del salón del teatro 1º de Mayo. Una pantalla suspendida en el frente comenzó a mostrar una sucesión de imágenes de películas clásicas y afiches desde la época del cine mudo; una música de fondo las acompañaba, no había texto alguno, solo recordarlas hacían vacías las palabras, se estaba convocando a la sensibilidad. Recordando, amando, lagrimeando aquellas “Historias en 16” en las que Marcos Silber nos introduciría a través de sus “Thrillers” poéticos.
Volvieron a encenderse algunas luces, las suficientes para el clima del momento. El poeta subió al escenario, acercó un taburete casi al borde y con los textos en una mano y el micrófono en la otra sin más trámite en el silencio, su voz grave comenzó con un Corto de introducción: “La luz se apaga. Se inicia el ritual, la vida se muda a otra dimensión. El milagro se ilumina. Aparece la imagen. Se encienden los motores de la emoción.”
El extraño de barba blanca y gorra sube al escenario, desde el fondo regresa con un saxo colgado de su cuello. Marcos habla de la niebla del Brooklyn en la noche y Sergio Paolucci, el del saxo, nos abraza y mete dentro de ella con su música. Y se suceden las imágenes decidas en cadencias. Nos pasea por el Bronx, la 17, el Flamingo, el Queens, y vemos los cabellos de fuego de Dorothy Sánchez; paseamos en el Lincoln 250hp dos carburadores de Rand -Peste- Moretti y le damos la mano a Chester Cornwell y a otros más, mientras Bernie Logan se mete en el espíritu de Sergio y ya nadie lo maldice en la noche, se lo admira mientras levanta su saxo y toca con voz humana.
Se suceden las grandes historias, aquellas de todos los días, las de la miseria, amores, desesperaciones, de los mundos marginados. Marcos nos vivencia estos “Thrillers” como “obertura de la película que sigue, la que vendrá, la que aún nos debe la vida…”
Suceden hasta que se apagan las luces del salón, pero tienen algo de mi propia película y quedan imágenes colgadas en la emoción.
Resuenan mis pasos en los zaguanes, la brisa fría de la noche trae sonidos de bronce y surge la pregunta: ¿doblarán por mí, las campanas?
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